Recampesinizar la economía, ruralizar los corazones
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Ciclo de conferencias: "Por una re-humanización de la economía" 2016Duración: | 2 horas |
Hay que ruralizar la economía y campesinizar el planeta. El sector primario es básico para remontar esta situación de crisis.
¿Debe y puede el mundo rural volver a ganar peso en la economía? Gustavo Duch tiene claro que sí. Este veterinario dedicado a temas de cooperación y desarrollo desgrana en Alimentos bajo sospecha los riesgos que corre el planeta con el actual modelo de producción alimentaria en el que la esquilmación de los países pobres y los transgénicos juegan un papel importante. Duch propone que pueblos y ciudades produzcan los alimentos que necesiten, un cambio hacia una agricultura en la que cada país tome el control sobre su alimentación.
Para Duch la diferencia no es el alimento, sino quién y cómo se produce. Los alimentos producidos maltratando a la tierra y a los animales no pueden ser muy buenos. Es muy importante diferenciar si el alimento llega producido por manos humanas o por la industria agroalimentaria, que es un modelo globalizado capaz de elaborar cualquier cosa en cualquier sitio y trasladarla. Así los alimentos se producen explotando a la tierra, llenándola de pesticidas y trabajándola sin descanso... Y dejan de ser un bien nutritivo para pasar a ser una mercancía.
Los países deben priorizar que su propia agricultura alimente a su población. Y no podemos alimentar a Barcelona ni a Cataluña si lo que tenemos es una población campesina del 2,6 o del 2,7%. Claro que esto no se puede cambiar de hoy para mañana y se necesitan unas etapas de transición.
Hay que ir reforzando progresivamente nuestro tejido agrícola para que vuelva a crecer y tengamos así una presencia de agricultores mayor para generar que territorios como Cataluña tengan una buena parte de su alimentación satisfecha.
Podría parecer utópico pero todo esto tiene que ver con una cuestión de justicia. Si nos alimentamos teniendo un 3,3% de población campesina es porque nos están dando de comer. Y mientras los países del Sur nos alimentan con sus monocultivos, tenemos más de 1.000 millones de personas que pasan hambre. Así que no es un capricho, sino un patrón que parte de la lucha contra la mayor de las injusticias: el hambre.
Hay que recuperar soberanamente la capacidad de decidir qué sistema de alimentación tiene que funcionar en el mundo.
Exigir el espacio ciudadano, sobre todo con el protagonismo de los propios agricultores, que son los más perjudicados, para que se diseñen modelos de agricultura diferentes al industrial. La soberanía alimentaria es una estrategia política que se sustenta en la seguridad de que tenemos una alternativa: un modelo de agricultura a pequeña escala con gente en el campo. ¡Que los campos estén poblados de agricultores que sean los que alimenten a la gente y no las fábricas ni los especuladores!