En este ciclo analizaremos cómo el ser humano ha trazado todas las fronteras y, por lo tanto, una labor permanece pendiente: el análisis –y la representación– de las dinámicas de fronteras complejas, que son a la vez líneas y redes, en todas y en ninguna parte.
Antes de designar la delimitación entre dos Estados, el término frontera, aparecido en el siglo XIII, representaba la línea del frente establecida por un ejército. El tamaño de un reino fue, durante mucho tiempo, el principal criterio para determinar su poder.
En la actualidad la extensión territorial no es ya un fin en sí mismo. La mayor parte de los conflictos fronterizos –violentos o diplomáticos– tienen lugar en regiones concretas, ya sea por tener importantes riquezas naturales o por ocupar una posición estratégica.
Vivimos en una aldea planetaria donde las tecnologías de la información y comunicación, el comercio y las finanzas pero, también, la información, el deporte y la cultura han hecho volar las barreras nacionales. Movilidad, fluidez y adaptabilidad; el trío parece dotado de todas las virtudes y, de ahora en adelante, cada oficio puede reivindicar la etiqueta “sin fronteras”.
Sin embargo, lejos de la tan elogiada “descompartimentación”, separaciones de todo tipo continúan fragmentando las sociedades.
En las ciudades, los pudientes se parapetan en urbanizaciones-búnkeres; dentro de un mismo país prevalece la segregación y el abismo social se ahonda.
En lo que se refiere a las fronteras nacionales, no han desaparecido en absoluto. Se erigen muros para alejar a los vecinos indeseables, pero no detienen las migraciones: las filtran.
Dado que es imposible impedir el movimiento de personas, ¿es necesario levantar todo tipo de obstáculos a la libertad de circulación?
Coordina: Le monde diplomatique en español y Fundación Mondiplo.