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Donde cruzan los humos espero una semilla

Dentro de la programación de

Inéditos 2024
24 may - 15 sep
La Casa Encendida, Maru Serrano
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Un proyecto expositivo que invita a explorar los legados y contradicciones de la petrocultura.

 

Ubicación: Sala D

'Donde cruzan los humos espero una semilla', es el título -proveniente de un verso del poema Kerosén, de la poeta venezolana Valenthina Fuentes Meleán- de la exposición comisariada por Maria Anna Zazzarino (1988, Caracas, Venezuela) que explora las contradicciones de un momento como el actual en el que se mezclan el rechazo y la interrupción, pero también la fascinación por la cultura fósil.  Una propuesta curatorial que interroga la noción de impasse como estado de bloqueo o como potencialidad en el contexto de una modernidad fósil que, como afirma el crítico Fedrercik Buell, se encuentra siempre entre la exuberancia y la catástrofe. Las obras, de Adrián Balseca, Alba Lorente, Ana Alenso, Christian Lagata, Isabel Carralero, Monique Michelle Verdin y Nemestudio, se detienen en estas contradicciones sin intentar resolverlas, invitándonos a imaginar otras velocidades, ritmos, e infraestructuras posibles.

Modernidad fósil

“Ser moderno”, dicen los críticos culturales Imre Szeman y Dominic Boyer, “es depender de las capacidades y habilidades generadas por la energía”. 

Desde la Revolución Industrial hasta el presente, los imaginarios energólatras han aunado el ideal de progreso con el dominio energético, donde la capacidad de generar y consumir kilovatios ha constituido la unidad de medida del bienestar, desarrollo y progreso humano. El auge del carbón supuso el inicio de un sistema energético que gradualmente dejaría atrás la energía  generada por el trabajo muscular humano y animal para dar paso a un sistema de energía mineral que permitía la extracción, circulación y venta de energía a una escala global, generando nuevas fantasías sobre una siempre creciente capacidad de trabajo a la vez que prometía una nueva autonomía. Este es el inicio de un cambio a escala planetaria que, durante la posguerra mundial, se vería intensificado con la expansión petrolera. Si la proximidad del carbón lo revelaba como sucio, laborioso, y ennegrecido, el petróleo prometía limpieza, eficiencia, movilidad y conectividad ilimitadas. Bajo esta promesa, el petróleo se convierte en el sustrato del capitalismo global.

Así, los ideales modernos de aceleración, progreso, crecimiento ilimitado y velocidad desenfrenada se ensamblan con las posibilidades materiales del petróleo para configurar la petrocultura. La petrocultura es una constelación de valores, creencias, prácticas, disposiciones, afectos, sensorios y orientaciones que tienen como base material la extracción petrolera.

En las zonas privilegiadas del planeta, la petrocultura se encuentra en la rapidez del automóvil, la untabilidad del pintalabios, las fotografías analógicas, la sellabilidad de los tupperware, los colores brillantes de la fórmica, la lubricidad de la vaselina, la superficie del iPhone, la tinta con la que se imprime este texto y el asfalto cada vez más ardiente bajo tus pies. En definitiva, una constelación de objetos y sensorios que han hecho posibles las transformaciones sociales que han dado forma a los estilos de vida de la clase media. Sin embargo, para quienes habitan aquellos lugares del planeta perforados por plataformas, atravesados por oleoductos y refinerías, en proximidad a las crecientes subidas del oleaje marítimo o en tránsitos migratorios bajo las temperaturas extremas de los desiertos, la petromodernidad es sinónimo de riesgo, precarización, exposición, toxicidad, desastre, límite y extenuación.

Impasse

Los horizontes de la petromodernidad están caracterizados por la interrupción, recurrencia, anticipación y atascamiento; un impasse.

La crítica cultural Heather Davis sugiere que la propia materialidad del petróleo genera una temporalidad de la pausa, la expectación ansiosa, la demora y la suspensión. Qué es la extracción petrolera, plantea Davis, sino la liberación de millones de años de luz solar fosilizada bajo tierra. ¿Y qué es el presente sino la conciencia del aplazamiento de unas consecuencias que condicionan la futuridad planetaria?

Entre una transición que no llega y la anticipación de un cataclismo climático, el optimismo cruel de la modernidad fósil contemporánea está marcado por la espera, la parálisis, los puntos muertos y la pausa, por moverse para estar quieto, vararse a medio camino, quedarse a medio gas. Pero ¿a dónde nos han conducido realmente los motores en marcha? ¿A llegar siempre a los destinos prefijados, a las carreteras infinitas y los excesos de las combustiones desmedidas? Las orientaciones del impasse sugieren una apertura hacia otros ritmos, velocidades y sensibilidades. En After Oil, el Petrocultures Research Group invita a pensar el impasse más allá de la limitación de la posibilidad y proponerlo como un momento de incertidumbre que sin embargo está cargado de potencialidad.

Lejos de la exuberancia y situadas en el quiebre, se espera la semilla de una futuridad planetaria que rompa el hechizo y que permita la proliferación de una multiplicidad de sensorios, habitabilidades y florecimientos.

 

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  • Visitas guiadas y atención en sala:

    Sábados de 12 a 14 h  y de 17:30 a 20:30 h. 

    Domingos de 12 a 14 h.

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