Give me five #74 Marina Hervás

Recomiendo un abono ecológico para las orquídeas (una mía, que daba por muerta, ha vuelto a florecer) o pizzas preparadas (puedo presumir de haber hecho una cata bastante profusa) sin problema. Pero cinco recomendaciones culturales es harina de otro costal. Sobre todo en esta época, en la que tantas conversaciones tienen algún momento de "tienes que ver la serie tal, que está genial". Saco lo que tenga para apuntar y anoto, con la promesa abstracta de que sí, que la veré en cuanto tenga un ratito. Si lo apunto en el móvil, la recomendación de marras se suma a una lista larga de series esperándome o, mejor dicho, esperando a que de pronto sea posible, realmente, que ese ratito exista -lo cual significaría que la vorágine vital se habría detenido-. La vida, marcada por la prisa, manda engullir las propuestas culturales sin tiempo para la digestión. Tendríamos que llevar a nuestras listas de recomendaciones algo así como la espera de dos horas antes de tirarse a la piscina o bañarse en el mar, que tanto nos decían nuestras madres.

En fin: Todo lo escrito es provisional, revisable, escuálido y conmovedor (y ahí va una recomendación velada).

• The age of earthquakes (2015), de Shumon Basar, Douglas Coupland y Hans Ulrich Obrist

  Es un libro que no es un libro, un ensayo que no es ensayo, una exposición que no es exposición: rompe con naturalidad todas las barreras permitidas a un objeto de hojas impresas y encoladas para pensar el paso de nuestros años en versiones del iPhone, el terror a la pérdida de la capacidad de relato, la tiranía de los datos o la expresión agotada en emojis. Y sin moralinas.

• La ciénaga (2001), de Lucrecia Martel

  Si buscaban recomendaciones cómodas y relajantes, pueden saltarse este punto. Es una película tan agobiante como el clima que la abre: la humedad previa a una tormenta de verano. Clase y pobredumbre social, opresión familiar, excelente trabajo fotográfico y, sobre todo, sonoro (la Martel dice que ella busca que nos sumerjamos en el sonido en sus películas): todo en uno.

• La melancolía del turista, una pieza teatral de Oligor y Microscopía

  La pregunta que se hacen es por qué nuestra sociedad está tan obsesionada con acumular recuerdos simbolizados en objetos, y, más específicamente, en los souvenirs. ¿Puede ese imán comprado en Almuñécar captar y evocar la potencia de un viaje, de una experiencia? ¿Qué conlleva la industria turística para las personas locales? Todo esto se presenta en un teatro de objetos preciosista sui generis del que no querremos salir.

• El termómetro femenino (1995), de Terry Castle

  Se suele decir que el mundo contemporáneo surge a partir de la desilusión de las promesas de la modernidad. Pero, ¿y si el iluminismo nunca fue, realmente, luminoso? Castle postula los lugares oscuros y represivos que marcan lo que somos.

• Bartleby and Co. (2005), de Enrique Vila-Matas

  Este libro, en el que el autor recopila casos y explicaciones de autores que decidieron dejar de escribir, es un recordatorio de lo difícil que es decir que no. Hoy, que estamos tan habituadas a escuchar y vivir todo tipo de variantes del síndrome del impostor y la precariedad a la que aboca la hiperproductividad, decir que no puede ser una forma de resistir.

Marina Hervás es doctora en Filosofía por la Universidad Autónoma de Barcelona, licenciada en Filosofía y Máster en Teoría del Arte y Gestión Cultural por la Universidad de La Laguna, y licenciada en Historia y Ciencias de la Música por la Universidad de La Rioja. Ha realizado estancias pre y posdoctorales en el Instituto de Investigación Social de la Universidad de Fráncfort, en el Internationales Musikinstitut de Darmstadt y en la Academia de las Artes de Berlín. Es autora de La escucha del ojo. Un recorrido por el sonido y el cine (Exit, 2022) y coeditora, junto a Pedro Alcalde, de Terremotos musicales. Denarraciones de la música en el siglo XXI (Antoni Bosch, 2020). Actualmente es profesora ayudante doctora del Departamento de Historia y Ciencias de la Música de la Universidad de Granada.